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Jose Martí

Biografía José Martí
José Julián Martí Pérez  nació en La Habana, Cuba el 28 de enero de 1853. Fue un político y escritor cubano, destacado precursor del Modernismo literario hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia de su país.
Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema dramático Abdala. A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis años de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas; realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto.
Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama La adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba.
Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México. Allí se casó con la cubana Carmen Zayas-Bazán y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.
Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.
Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez, se incorporó a una nueva intentona que daría lugar a la definitiva Guerra de la Independencia (1895-1898). Pese al embargo de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba, pero fue abatido por las tropas realistas en 1895; contaba cuarenta y dos años. Junto a Simón Bolívar y José de San Martín, José Martí es considerado uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica.

La poesía de José Martí
Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos libres (1878-1882, publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; y Versos sencillos (1891), un poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.
Escritos en su mayor parte en 1882, los poemas de Versos libres no vieron la luz hasta su publicación póstuma en 1913, muchos años después de su muerte. El propio Martí calificó esos versos de "endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor doloroso a la hermosura".
El tono fuerte y áspero de este volumen, por el que Martí proclamaba su propia preferencia, impresionó vivamente a Miguel de Unamuno, cuyos juicios serían el punto de partida de la valoración de la obra. Su fuerza vibratoria, tanto formal como en los contenidos, se hace evidente en composiciones como "Poética", "Mi poesía" o "Cuentan que antaño", en las que se sirvió de un lenguaje vigoroso y oscuro, por momentos incluso pasional.
La poesía de José Martí se funda en una visión dualista de la humanidad: realidad e idealismo, espíritu y materia, verdad y falsedad, conciencia e inconsciencia, luz y oscuridad. Los poemas de Ismaelillo (1882), libro dedicado a su hijo, son un ejemplo de ello: la debilidad y la inocencia del niño son su fuerza.
En Versos sencillos (1891), José Martí expresa el sentimiento que le despierta la alegría de la naturaleza y el mal de la civilización. El sufrimiento y el temor al paso del tiempo también fueron elementos frecuentes en su lírica, donde se advierte un acercamiento al romanticismo que muchos críticos han considerado superior al de otros de sus contemporáneos. En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre(1872), publicado durante su destierro en España, Martí dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella fecha.

Obra en prosa
Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jérez y firmada con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El Latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final trágico también aparecen elementos sociales. Entre sus obras dramáticas destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en octosílabos, La Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y estrenado en México.
La prosa de Martí se vio influida por la obra del norteamericano Ralph Waldo Emerson, para quien la palabra debía ser tan elocuente como poética e intensa dentro de un discurso sencillo y conciso. Era consciente, como acaso sólo lo fueron los modernistas inmediatamente posteriores a él, de todas las posibilidades del lenguaje, y consideraba que sus recursos estaban íntimamente ligados a las cualidades humanas del pueblo, que en última instancia era quien los inventaba.
Tanto la prosa como la poesía de Martí resultan inseparables de su biografía; él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima preocupación, que no era otra que la política. Personalidad optimista, sus opiniones sobre el hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que aparecen en sus obras al servicio de unas concepciones que tenían siempre al ser humano como centro. A largo plazo su objetivo era la mejora de la humanidad, pero a corto plazo lo era la liberación de Cuba, a la que dedicó todos sus esfuerzos.
Por ello, su producción en prosa fue en su mayor parte funcional, como sus ensayos sobre Simón Bolívar, José de San Martín o el general José Antonio Páez, en relación a los héroes del pasado, y sobre el general Máximo Gómez, Walt Whitman o Ralph Waldo Emerson entre los contemporáneos; en tales textos, que constituyeron lo mejor de su prosa, exaltó las cualidades de personajes que admiraba. Dentro de la primera edición de sus obras completas, el volumen titulado “Norteamericanos” reunió póstumamente sus estudios sobre figuras del norte; otros dos volúmenes, bajo el título Nuestra América, contienen los trabajos de Martí consagrados a estudiar aspectos de la vida, la cultura y la historia de la América hispana. En ellos expresó su mensaje americanista y resumió su precursora teoría de la debilidad de las naciones hispánicas, en las que existía un enorme abismo entre las clases dirigentes e intelectuales y el pueblo.
Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos auténticos ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871), reflejo de gran fuerza lírica de su condena a trabajos forzados en el que denuncia las penurias que sufrían los independentistas. Cabe destacar también La República Española ante la Revolución Cubana (1873) y Cuba y los Estados Unidos (1889), refutación de los ataques de la prensa norteamericana a los patriotas cubanos, así como El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña.
También fundó una revista para niños, La Edad de Oro (1889), publicada en Nueva York y en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don PomposoNené traviesa y La muñeca negra. Íntegramente redactada por Martí, esta publicación muestra una serie de aspectos de su personalidad y constituye también una demostración de cómo supo anticiparse a muchas conquistas de la pedagogía moderna: una vez más, puso de relieve en esos escritos su preocupación por las normas de justicia y dignidad humanas, que debían cultivarse en el niño desde su más tierna edad.
José Martí colaboró a lo largo de su vida en innumerables publicaciones de distintos países, como La Revista VenezolanaLa Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México. Sus Obras completas(que en la edición de 1963-1965 constan de veinticinco volúmenes) incluyen asimismo un nutrido epistolario (sus cartas, también reveladoras de su singular personalidad, han merecido excepcionales comentarios) y numerosos discursos, muchos de ellos dedicados a enardecer el sentimiento patriótico de los cubanos que radicaban como él en la emigración, llamándolos al esfuerzo común gracias al cual se lograría la independencia de la patria.
Casi nunca gozó de buena salud. A los 18 años se le diagnosticó sarcoidosis en España, y probablemente también sufrió de problemas oculares, del sistema nervioso, cardíacos y fiebres. Se cree que también padeció un sarcocele (tumor quístico de testículo) con abundancia de líquido. Para aliviar su dolor se le puncionaba continuamente. Finalmente el tumor le fue extirpando.

Poco después de haber regresado a Cuba para iniciar la que llamó "la guerra necesaria", murió cuando cabalgaba, sin saberlo, vestido de negro sobre un caballo blanco hacia un grupo de soldados españoles ocultos, siendo alcanzado por tres disparos que acabaron con su vida en Dos Ríos, cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto, el 19 de mayo de 1895. 

Documental



Ensayos
Diputado
Hombre encargado por el pueblo para que estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos.
La silla curul es la misión: no es la recompensa de un talento inútil, no es el premio de una elocuencia incipiente, no es la satisfacción de una soberbia prematura.
Se viene a ella por el mérito propio, por el esfuerzo constante, por el valer real; por lo que se ha hecho antes, no por lo que se promete hacer.
Los privilegios mueren en todas partes, y mueren para alcanzar una diputación. No es que las curules se deban de derecho a los inteligentes: es que el pueblo las da a quien se ocupa de él y le hace bien.
De abajo a arriba: no de arriba a abajo.
El ingenio no merece nada por serlo; merece por lo que produce y por lo que se aplica.
Debemos el ingenio a la naturaleza: no es un mérito, es una circunstancia de azar: el orgullo es necio, porque nuestro mérito no es propio. Nada hicimos para lograrlo: lo logramos porque así encarnó en nosotros.
¿Es la inteligencia adquirida casualmente, título para la admiración y el señorío? Diputado es el que merece serlo por obra posterior y concienzuda; no el que por méritos del azar se mira inteligente y se ve dueño.
El talento no es más que la obligación de aplicarlo. Antes es vil que meritorio el que lo deja vagar, porque tuvo en sí mismo el instrumento del bien, y pasó por la vida sin utilizarlo ni educarlo.
El talento es respetable cuando es productivo: no debe ser nunca esperanza única de los que aspiran a altos puestos. Diputado es imagen del pueblo: óbrese para él, estúdiese, propáguese, remédiese, muéstrese afecto vivo, sea el afecto verdad. El talento no es una reminiscencia del feudalismo: tiene el deber de hacer práctica la libertad.
No se arrastra para alzarse: vive siempre alto, para que nada pueda contra él.
Se enseña y se trabaja: luego se pide el premio.
Se habla, se propaga, se remedia, se escribe; luego se pide la comisión a los comitentes a quienes se hizo el beneficio.
El beneficio no es aquí más que el deber: todavía se llama al deber bien que se hace.
La diputación no se incuba en el pensamiento ambicioso: se produce por el asentimiento general.
Todos creen útil a uno: uno es nombrado por todos: nombrado realmente por el bien hecho, por la confianza inspirada, por la doctrina propagada, por la esperanza en lo que hará.
El hombre útil tiene más derecho a la diputación que el hombre inteligente. El inteligente puede ser azote: el útil hace siempre bien.
Se cree que es el talento mérito nuestro, y que él da derecho de esperarlo todo: él impone la obligación de aprovecharlo: cuando se busca la comisión ajena, ajeno ha de haber sido el provecho.

La inteligencia no es la facultad de imponerse; es el deber de ser útil a los demás.
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Crítica
Este ensayo de Martí es bastante interesante ya que habla de una situación que se aplica perfectamente en la actualidad. Martí habla sobre el inteligencia teórica y la inteligencia practica y hace énfasis en que la teoría es totalmente insignificante si para luego en la práctica no sabes que hacer. Aquí se toma como ejemplo el caso de los diputados, los cuales deben llegar a su puesto por los méritos que han realizado y por lo que han logrado y no simplemente por lo que se promete hacer, que es lo que pasa muchas veces en la actualidad.
Este caso se aplica a prácticamente cualquier trabajo ya que los ascensos en un trabajo deben de ganarse de acuerdo a los méritos que haya realizado la persona, por lo que debe de ir progresando y subiendo de rango lenta pero constantemente.
Martí menciona que la inteligencia es un don del que no se puede estar orgulloso ya que no se ganó por mérito propio. Esto no tiene por qué ser así, ya que un persona puede estar perfectamente orgulloso de algo aunque no haya hecho algo anteriormente para conseguirlo, por dar un ejemplo, una persona puede estar orgulloso de su nacionalidad aunque no lo haya pedido anteriormente. Si una persona puede estar orgullosa de su nacionalidad, ¿por qué no podría estarlo de su inteligencia?
También se menciona el caso de la aplicación del talento, ahí si estoy de acuerdo con Martí ya que, como él menciona, está mal tener un talento si luego se desperdicia, porque se pueden llegar a realizar grandes cosas si se educa bien y sería un desperdicio pasar una vida sin sacarle provecho a este.

En resumidas cuentas, este ensayo de Martí es una excelente forma de explicar cosas tan obvias pero que mucha gente ignora y, aunque discrepe en algunas cosas, no se puede negar lo bien redactado y preciso que es el ensayo.  
A aprender en las haciendas
Nueva York, agosto de 1883
Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines.

Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos.
¿Qué valía quedará en pie, qué competencia no será vencida, qué rivales mantendrán sus fueros cuando los instrumentos modernos, y las mejores prácticas ya en curso, fecunden las comarcas americanas? Buenos Aires sabe de esto, Buenos Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados de instrumentos de agricultura.
Mas ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.
Ni se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío.
Si los instrumentos no van, pues, es preciso venir a buscarlos.
Pero ya lo dijimos: aun cuando los instrumentos vayan, no van con ellos las nuevas prácticas agrícolas que los hacen fecundos. Esto no se aprende o se aprende mal, en libros. Esto no puede exhibirse en las Exposiciones. Esto, sólo en parte, y con grandísimo dispendio, podría enseñarse en las Escuelas de Agricultura. Hay que venir a aprender esto donde está en pleno ejercicio y curso práctico. Se manda–locamente acaso–a los niños hispanoamericanos, a colegios de fama de esta tierra, a que truequen la lengua que saben mal por la extraña que nunca aprenden bien; y a que, –en el conflicto de la civilización infantil, pero delicada que viene con ellos, –y la civilización viril, pero brusca, peculiar y extraña que aquí les espera, –salgan con la mente confusa y llena de recuerdos de lo que trajeron y reflejos imperfectos de lo nuevo que ven, inhábiles acaso ya para la vida espontánea, ardiente y exquisita de nuestros países, y todavía inhábiles para la rápida, arremolinada, arrebatada existencia de esta tierra. Los árboles de un clima no crecen en otro, sino raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos.
Pues así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable atmósfera a la vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde, siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos.
Urge cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.
Estos modos de cultivo no viajan.
Hay que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del labrador, al pie de las labranzas.
Es acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países las nuevas prácticas agrícolas.
Se mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien: mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.
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Crítica
Este ensayo es interesante ya que habla sobre cómo se desperdician grandes oportunidades para desarrollar la economía de un país,  este es el caso de Argentina, donde por las aduanas pasan muchos instrumentos de técnicas avanzadas  agricultura pero el gobierno no decide implementar esas técnicas en su economía cuando podrían ser bastante fructíferas en un futuro. Martí habla de que Argentina puede llegar a desarrollar mejor su economía si le dieran mayor importancia a su agricultura ya que, según Martí, Argentina posee el potencial para desarrollarla. También habla de que urge cultivar ya que sus rivales económicos ya la están empezando a implementar.
Al ensayo se le puede criticar, aunque ya de manera subjetiva, que un poco difícil de entender para ciertas personas o que hace darle demasiada cabeza para poder lograrse a entender, pero esto no tiene porque se algo malo, simplemente es otra forma de redactar.

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