Biografía José Martí
José Julián Martí Pérez nació en La Habana, Cuba el 28 de enero de
1853. Fue un político y escritor cubano, destacado precursor del Modernismo
literario hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia
de su país.
Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos
económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio
municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive,
quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse
personalmente a su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las
ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la Guerra de los
Diez Años (1868-1878) y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad
revolucionaria: publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo, y
poco después una revista, La Patria Libre, que
contenía su poema dramático Abdala. A los
diecisiete años José Martí fue condenado a seis años de cárcel por su
pertenencia a grupos independentistas; realizó trabajos forzados en el penal
hasta que su mal estado de salud le valió el indulto.
Deportado a España, en este país publicó su primera obra de
importancia, el drama La adúltera. Inició
en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por
la Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo
afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba
a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores
cometidos en Cuba.
Tras viajar durante tres años por Europa y América, José
Martí acabó por instalarse en México. Allí se casó con la cubana Carmen Zayas-Bazán
y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra
de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades
cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se
dedicó por completo a la actividad política y literaria.
Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la
organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el
Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió
entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.
Dos años más tarde, tras entrevistarse con el
generalísimo Máximo Gómez,
se incorporó a una nueva intentona que daría lugar a la definitiva Guerra de la
Independencia (1895-1898). Pese al embargo de sus barcos por parte de las
autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente
hacia Cuba, pero fue abatido por las tropas realistas en 1895; contaba cuarenta
y dos años. Junto a Simón Bolívar y José de San Martín,
José Martí es considerado uno de los principales protagonistas del proceso de
emancipación de Hispanoamérica.
La poesía de José Martí
Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno
de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la
etapa de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos
ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos
libres (1878-1882, publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un
adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el
contenido; y Versos sencillos (1891), un
poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes
autobiográficos y el carácter popular.
Escritos en su mayor parte en 1882, los poemas de Versos libres no vieron la luz hasta su
publicación póstuma en 1913, muchos años después de su muerte. El propio Martí
calificó esos versos de "endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes
miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor
doloroso a la hermosura".
El tono fuerte y áspero de este volumen, por el que Martí
proclamaba su propia preferencia, impresionó vivamente a Miguel de Unamuno,
cuyos juicios serían el punto de partida de la valoración de la obra. Su fuerza
vibratoria, tanto formal como en los contenidos, se hace evidente en
composiciones como "Poética", "Mi poesía" o "Cuentan
que antaño", en las que se sirvió de un lenguaje vigoroso y oscuro, por
momentos incluso pasional.
La poesía de José Martí se funda en una visión dualista de
la humanidad: realidad e idealismo, espíritu y materia, verdad y falsedad,
conciencia e inconsciencia, luz y oscuridad. Los poemas de Ismaelillo (1882), libro dedicado a su hijo, son
un ejemplo de ello: la debilidad y la inocencia del niño son su fuerza.
En Versos sencillos (1891),
José Martí expresa el sentimiento que le despierta la alegría de la naturaleza
y el mal de la civilización. El sufrimiento y el temor al paso del tiempo
también fueron elementos frecuentes en su lírica, donde se advierte un
acercamiento al romanticismo que muchos críticos han considerado superior al de
otros de sus contemporáneos. En A mis hermanos muertos el 27 de
noviembre(1872), publicado durante su destierro en España, Martí
dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella
fecha.
Obra en prosa
Su única novela, Amistad funesta,
también llamada Lucía Jérez y firmada con el
pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El Latino-Americano entre mayo y septiembre de
1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final
trágico también aparecen elementos sociales. Entre sus obras dramáticas
destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en
octosílabos, La Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y
estrenado en México.
La prosa de Martí se vio influida por la obra del
norteamericano Ralph Waldo Emerson,
para quien la palabra debía ser tan elocuente como poética e intensa dentro de
un discurso sencillo y conciso. Era consciente, como acaso sólo lo fueron los
modernistas inmediatamente posteriores a él, de todas las posibilidades del
lenguaje, y consideraba que sus recursos estaban íntimamente ligados a las
cualidades humanas del pueblo, que en última instancia era quien los inventaba.
Tanto la prosa como la poesía de Martí resultan inseparables
de su biografía; él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima preocupación,
que no era otra que la política. Personalidad optimista, sus opiniones sobre el
hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que aparecen en sus obras al
servicio de unas concepciones que tenían siempre al ser humano como centro. A
largo plazo su objetivo era la mejora de la humanidad, pero a corto plazo lo
era la liberación de Cuba, a la que dedicó todos sus esfuerzos.
Por ello, su producción en prosa fue en su mayor parte
funcional, como sus ensayos sobre Simón Bolívar, José de San Martín o el
general José Antonio Páez,
en relación a los héroes del pasado, y sobre el general Máximo Gómez, Walt Whitman o
Ralph Waldo Emerson entre los contemporáneos; en tales textos, que
constituyeron lo mejor de su prosa, exaltó las cualidades de personajes que
admiraba. Dentro de la primera edición de sus obras completas, el volumen
titulado “Norteamericanos” reunió
póstumamente sus estudios sobre figuras del norte; otros dos volúmenes, bajo el
título Nuestra América, contienen los trabajos de Martí
consagrados a estudiar aspectos de la vida, la cultura y la historia de la
América hispana. En ellos expresó su mensaje americanista y resumió su
precursora teoría de la debilidad de las naciones hispánicas, en las que
existía un enorme abismo entre las clases dirigentes e intelectuales y el
pueblo.
Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos
auténticos ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871), reflejo de
gran fuerza lírica de su condena a trabajos forzados en el que denuncia las
penurias que sufrían los independentistas. Cabe destacar también La República Española ante la Revolución Cubana (1873)
y Cuba y los Estados Unidos (1889), refutación de
los ataques de la prensa norteamericana a los patriotas cubanos, así como El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña.
También fundó una revista para niños, La Edad de Oro (1889), publicada en Nueva York y
en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don Pomposo, Nené traviesa y La muñeca negra.
Íntegramente redactada por Martí, esta publicación muestra una serie de
aspectos de su personalidad y constituye también una demostración de cómo supo
anticiparse a muchas conquistas de la pedagogía moderna: una vez más, puso de
relieve en esos escritos su preocupación por las normas de justicia y dignidad
humanas, que debían cultivarse en el niño desde su más tierna edad.
José Martí colaboró a lo largo de su vida en innumerables
publicaciones de distintos países, como La Revista Venezolana, La Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México. Sus Obras completas(que en la edición de 1963-1965 constan
de veinticinco volúmenes) incluyen asimismo un nutrido epistolario (sus cartas,
también reveladoras de su singular personalidad, han merecido excepcionales
comentarios) y numerosos discursos, muchos de ellos dedicados a enardecer el
sentimiento patriótico de los cubanos que radicaban como él en la emigración,
llamándolos al esfuerzo común gracias al cual se lograría la independencia de
la patria.
Casi nunca gozó de buena salud. A
los 18 años se le diagnosticó sarcoidosis en España, y
probablemente también sufrió de problemas oculares, del sistema nervioso,
cardíacos y fiebres. Se cree que también padeció un sarcocele (tumor
quístico de testículo) con abundancia de líquido. Para aliviar su dolor se le
puncionaba continuamente. Finalmente el tumor le fue extirpando.
Poco después de haber regresado a Cuba para iniciar la que llamó "la
guerra necesaria", murió cuando cabalgaba, sin saberlo, vestido de
negro sobre un caballo blanco hacia un grupo de soldados españoles ocultos,
siendo alcanzado por tres disparos que acabaron con su vida en Dos Ríos,
cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto, el 19 de mayo de
1895.
Documental
Ensayos
Diputado
Hombre encargado por el pueblo para que
estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en
cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos.
La silla curul es la misión: no es la
recompensa de un talento inútil, no es el premio de una elocuencia incipiente,
no es la satisfacción de una soberbia prematura.
Se viene a ella por el mérito propio, por
el esfuerzo constante, por el valer real; por lo que se ha hecho antes, no por
lo que se promete hacer.
Los privilegios mueren en todas partes, y
mueren para alcanzar una diputación. No es que las curules se deban de derecho
a los inteligentes: es que el pueblo las da a quien se ocupa de él y le hace
bien.
De abajo a arriba: no de arriba a abajo.
El ingenio no merece nada por serlo;
merece por lo que produce y por lo que se aplica.
Debemos el ingenio a la naturaleza: no es
un mérito, es una circunstancia de azar: el orgullo es necio, porque nuestro
mérito no es propio. Nada hicimos para lograrlo: lo logramos porque así encarnó
en nosotros.
¿Es la inteligencia adquirida casualmente,
título para la admiración y el señorío? Diputado es el que merece serlo por
obra posterior y concienzuda; no el que por méritos del azar se mira
inteligente y se ve dueño.
El talento no es más que la obligación de
aplicarlo. Antes es vil que meritorio el que lo deja vagar, porque tuvo en sí
mismo el instrumento del bien, y pasó por la vida sin utilizarlo ni educarlo.
El talento es respetable cuando es
productivo: no debe ser nunca esperanza única de los que aspiran a altos
puestos. Diputado es imagen del pueblo: óbrese para él, estúdiese, propáguese,
remédiese, muéstrese afecto vivo, sea el afecto verdad. El talento no es una
reminiscencia del feudalismo: tiene el deber de hacer práctica la libertad.
No se arrastra para alzarse: vive siempre
alto, para que nada pueda contra él.
Se enseña y se trabaja: luego se pide el
premio.
Se habla, se propaga, se remedia, se
escribe; luego se pide la comisión a los comitentes a quienes se hizo el
beneficio.
El beneficio no es aquí más que el deber:
todavía se llama al deber bien que se hace.
La diputación no se incuba en el
pensamiento ambicioso: se produce por el asentimiento general.
Todos creen útil a uno: uno es nombrado
por todos: nombrado realmente por el bien hecho, por la confianza inspirada,
por la doctrina propagada, por la esperanza en lo que hará.
El hombre útil tiene más derecho a la
diputación que el hombre inteligente. El inteligente puede ser azote: el útil
hace siempre bien.
Se cree que es el talento mérito nuestro,
y que él da derecho de esperarlo todo: él impone la obligación de aprovecharlo:
cuando se busca la comisión ajena, ajeno ha de haber sido el provecho.
La inteligencia no es la facultad de
imponerse; es el deber de ser útil a los demás.
Crítica
Este ensayo de Martí es bastante interesante ya que habla
de una situación que se aplica perfectamente en la actualidad. Martí habla
sobre el inteligencia teórica y la inteligencia practica y hace énfasis en que
la teoría es totalmente insignificante si para luego en la práctica no sabes
que hacer. Aquí se toma como ejemplo el caso de los diputados, los cuales deben
llegar a su puesto por los méritos que han realizado y por lo que han logrado y
no simplemente por lo que se promete hacer, que es lo que pasa muchas veces en
la actualidad.
Este caso se aplica a prácticamente cualquier trabajo ya
que los ascensos en un trabajo deben de ganarse de acuerdo a los méritos que
haya realizado la persona, por lo que debe de ir progresando y subiendo de
rango lenta pero constantemente.
Martí menciona que la inteligencia es un don del que no se
puede estar orgulloso ya que no se ganó por mérito propio. Esto no tiene por
qué ser así, ya que un persona puede estar perfectamente orgulloso de algo
aunque no haya hecho algo anteriormente para conseguirlo, por dar un ejemplo,
una persona puede estar orgulloso de su nacionalidad aunque no lo haya pedido
anteriormente. Si una persona puede estar orgullosa de su nacionalidad, ¿por
qué no podría estarlo de su inteligencia?
También se menciona el caso de la aplicación del talento, ahí
si estoy de acuerdo con Martí ya que, como él menciona, está mal tener un
talento si luego se desperdicia, porque se pueden llegar a realizar grandes
cosas si se educa bien y sería un desperdicio pasar una vida sin sacarle
provecho a este.
En resumidas cuentas, este ensayo de Martí es una excelente
forma de explicar cosas tan obvias pero que mucha gente ignora y, aunque
discrepe en algunas cosas, no se puede negar lo bien redactado y preciso que es
el ensayo.
Nueva York, agosto de 1883
Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de
cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y
añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el
uso de instrumentos ruines.
Surge
de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los
instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos
probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados
pasmosos.
¿Qué
valía quedará en pie, qué competencia no será vencida, qué rivales mantendrán
sus fueros cuando los instrumentos modernos, y las mejores prácticas ya en
curso, fecunden las comarcas americanas? Buenos Aires sabe de esto, Buenos
Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados
de instrumentos de agricultura.
Mas
ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la
Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el
tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción
de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a
cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.
Ni
se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos
aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras
los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo
para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones
brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a
pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío.
Si
los instrumentos no van, pues, es preciso venir a buscarlos.
Pero
ya lo dijimos: aun cuando los instrumentos vayan, no van con ellos las nuevas
prácticas agrícolas que los hacen fecundos. Esto no se aprende o se aprende
mal, en libros. Esto no puede exhibirse en las Exposiciones. Esto, sólo en
parte, y con grandísimo dispendio, podría enseñarse en las Escuelas de
Agricultura. Hay que venir a aprender esto donde está en pleno ejercicio y
curso práctico. Se manda–locamente acaso–a los niños hispanoamericanos, a
colegios de fama de esta tierra, a que truequen la lengua que saben mal por la
extraña que nunca aprenden bien; y a que, –en el conflicto de la civilización
infantil, pero delicada que viene con ellos, –y la civilización viril, pero
brusca, peculiar y extraña que aquí les espera, –salgan con la mente confusa y
llena de recuerdos de lo que trajeron y reflejos imperfectos de lo nuevo que
ven, inhábiles acaso ya para la vida espontánea, ardiente y exquisita de
nuestros países, y todavía inhábiles para la rápida, arremolinada, arrebatada
existencia de esta tierra. Los árboles de un clima no crecen en otro, sino
raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos.
Pues
así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus
tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder
aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable
atmósfera a la vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras
largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y
que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde,
siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar
los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a
quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la
tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a
hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá
vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir
durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los
sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es
fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e
instrumentos modernos.
Urge
cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.
Estos
modos de cultivo no viajan.
Hay
que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del
labrador, al pie de las labranzas.
Es
acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países
las nuevas prácticas agrícolas.
Se
mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien:
mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.
Crítica
Este ensayo es interesante ya que habla sobre cómo
se desperdician grandes oportunidades para desarrollar la economía de un país, este es el caso de Argentina, donde por las
aduanas pasan muchos instrumentos de técnicas avanzadas agricultura pero el gobierno no decide
implementar esas técnicas en su economía cuando podrían ser bastante fructíferas
en un futuro. Martí habla de que Argentina puede llegar a desarrollar mejor su economía
si le dieran mayor importancia a su agricultura ya que, según Martí, Argentina
posee el potencial para desarrollarla. También habla de que urge cultivar ya
que sus rivales económicos ya la están empezando a implementar.
Al ensayo se le puede criticar, aunque ya de manera subjetiva, que un
poco difícil de entender para ciertas personas o que hace darle demasiada
cabeza para poder lograrse a entender, pero esto no tiene porque se algo malo,
simplemente es otra forma de redactar.
Biografía José Martí
José Julián Martí Pérez nació en La Habana, Cuba el 28 de enero de
1853. Fue un político y escritor cubano, destacado precursor del Modernismo
literario hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia
de su país.
Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos
económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio
municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive,
quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse
personalmente a su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las
ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la Guerra de los
Diez Años (1868-1878) y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad
revolucionaria: publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo, y
poco después una revista, La Patria Libre, que
contenía su poema dramático Abdala. A los
diecisiete años José Martí fue condenado a seis años de cárcel por su
pertenencia a grupos independentistas; realizó trabajos forzados en el penal
hasta que su mal estado de salud le valió el indulto.
Deportado a España, en este país publicó su primera obra de
importancia, el drama La adúltera. Inició
en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por
la Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo
afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba
a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores
cometidos en Cuba.
Tras viajar durante tres años por Europa y América, José
Martí acabó por instalarse en México. Allí se casó con la cubana Carmen Zayas-Bazán
y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra
de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades
cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se
dedicó por completo a la actividad política y literaria.
Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la
organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el
Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió
entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.
Dos años más tarde, tras entrevistarse con el
generalísimo Máximo Gómez,
se incorporó a una nueva intentona que daría lugar a la definitiva Guerra de la
Independencia (1895-1898). Pese al embargo de sus barcos por parte de las
autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente
hacia Cuba, pero fue abatido por las tropas realistas en 1895; contaba cuarenta
y dos años. Junto a Simón Bolívar y José de San Martín,
José Martí es considerado uno de los principales protagonistas del proceso de
emancipación de Hispanoamérica.
La poesía de José Martí
Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno
de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la
etapa de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos
ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos
libres (1878-1882, publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un
adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el
contenido; y Versos sencillos (1891), un
poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes
autobiográficos y el carácter popular.
Escritos en su mayor parte en 1882, los poemas de Versos libres no vieron la luz hasta su
publicación póstuma en 1913, muchos años después de su muerte. El propio Martí
calificó esos versos de "endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes
miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor
doloroso a la hermosura".
El tono fuerte y áspero de este volumen, por el que Martí
proclamaba su propia preferencia, impresionó vivamente a Miguel de Unamuno,
cuyos juicios serían el punto de partida de la valoración de la obra. Su fuerza
vibratoria, tanto formal como en los contenidos, se hace evidente en
composiciones como "Poética", "Mi poesía" o "Cuentan
que antaño", en las que se sirvió de un lenguaje vigoroso y oscuro, por
momentos incluso pasional.
La poesía de José Martí se funda en una visión dualista de
la humanidad: realidad e idealismo, espíritu y materia, verdad y falsedad,
conciencia e inconsciencia, luz y oscuridad. Los poemas de Ismaelillo (1882), libro dedicado a su hijo, son
un ejemplo de ello: la debilidad y la inocencia del niño son su fuerza.
En Versos sencillos (1891),
José Martí expresa el sentimiento que le despierta la alegría de la naturaleza
y el mal de la civilización. El sufrimiento y el temor al paso del tiempo
también fueron elementos frecuentes en su lírica, donde se advierte un
acercamiento al romanticismo que muchos críticos han considerado superior al de
otros de sus contemporáneos. En A mis hermanos muertos el 27 de
noviembre(1872), publicado durante su destierro en España, Martí
dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella
fecha.
Obra en prosa
Su única novela, Amistad funesta,
también llamada Lucía Jérez y firmada con el
pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El Latino-Americano entre mayo y septiembre de
1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final
trágico también aparecen elementos sociales. Entre sus obras dramáticas
destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en
octosílabos, La Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y
estrenado en México.
La prosa de Martí se vio influida por la obra del
norteamericano Ralph Waldo Emerson,
para quien la palabra debía ser tan elocuente como poética e intensa dentro de
un discurso sencillo y conciso. Era consciente, como acaso sólo lo fueron los
modernistas inmediatamente posteriores a él, de todas las posibilidades del
lenguaje, y consideraba que sus recursos estaban íntimamente ligados a las
cualidades humanas del pueblo, que en última instancia era quien los inventaba.
Tanto la prosa como la poesía de Martí resultan inseparables
de su biografía; él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima preocupación,
que no era otra que la política. Personalidad optimista, sus opiniones sobre el
hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que aparecen en sus obras al
servicio de unas concepciones que tenían siempre al ser humano como centro. A
largo plazo su objetivo era la mejora de la humanidad, pero a corto plazo lo
era la liberación de Cuba, a la que dedicó todos sus esfuerzos.
Por ello, su producción en prosa fue en su mayor parte
funcional, como sus ensayos sobre Simón Bolívar, José de San Martín o el
general José Antonio Páez,
en relación a los héroes del pasado, y sobre el general Máximo Gómez, Walt Whitman o
Ralph Waldo Emerson entre los contemporáneos; en tales textos, que
constituyeron lo mejor de su prosa, exaltó las cualidades de personajes que
admiraba. Dentro de la primera edición de sus obras completas, el volumen
titulado “Norteamericanos” reunió
póstumamente sus estudios sobre figuras del norte; otros dos volúmenes, bajo el
título Nuestra América, contienen los trabajos de Martí
consagrados a estudiar aspectos de la vida, la cultura y la historia de la
América hispana. En ellos expresó su mensaje americanista y resumió su
precursora teoría de la debilidad de las naciones hispánicas, en las que
existía un enorme abismo entre las clases dirigentes e intelectuales y el
pueblo.
Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos
auténticos ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871), reflejo de
gran fuerza lírica de su condena a trabajos forzados en el que denuncia las
penurias que sufrían los independentistas. Cabe destacar también La República Española ante la Revolución Cubana (1873)
y Cuba y los Estados Unidos (1889), refutación de
los ataques de la prensa norteamericana a los patriotas cubanos, así como El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña.
También fundó una revista para niños, La Edad de Oro (1889), publicada en Nueva York y
en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don Pomposo, Nené traviesa y La muñeca negra.
Íntegramente redactada por Martí, esta publicación muestra una serie de
aspectos de su personalidad y constituye también una demostración de cómo supo
anticiparse a muchas conquistas de la pedagogía moderna: una vez más, puso de
relieve en esos escritos su preocupación por las normas de justicia y dignidad
humanas, que debían cultivarse en el niño desde su más tierna edad.
José Martí colaboró a lo largo de su vida en innumerables
publicaciones de distintos países, como La Revista Venezolana, La Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México. Sus Obras completas(que en la edición de 1963-1965 constan
de veinticinco volúmenes) incluyen asimismo un nutrido epistolario (sus cartas,
también reveladoras de su singular personalidad, han merecido excepcionales
comentarios) y numerosos discursos, muchos de ellos dedicados a enardecer el
sentimiento patriótico de los cubanos que radicaban como él en la emigración,
llamándolos al esfuerzo común gracias al cual se lograría la independencia de
la patria.
Casi nunca gozó de buena salud. A
los 18 años se le diagnosticó sarcoidosis en España, y
probablemente también sufrió de problemas oculares, del sistema nervioso,
cardíacos y fiebres. Se cree que también padeció un sarcocele (tumor
quístico de testículo) con abundancia de líquido. Para aliviar su dolor se le
puncionaba continuamente. Finalmente el tumor le fue extirpando.
Poco después de haber regresado a Cuba para iniciar la que llamó "la guerra necesaria", murió cuando cabalgaba, sin saberlo, vestido de negro sobre un caballo blanco hacia un grupo de soldados españoles ocultos, siendo alcanzado por tres disparos que acabaron con su vida en Dos Ríos, cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto, el 19 de mayo de 1895.
Poco después de haber regresado a Cuba para iniciar la que llamó "la guerra necesaria", murió cuando cabalgaba, sin saberlo, vestido de negro sobre un caballo blanco hacia un grupo de soldados españoles ocultos, siendo alcanzado por tres disparos que acabaron con su vida en Dos Ríos, cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto, el 19 de mayo de 1895.
Ensayos
Diputado
Diputado
Hombre encargado por el pueblo para que
estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en
cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos.
La silla curul es la misión: no es la
recompensa de un talento inútil, no es el premio de una elocuencia incipiente,
no es la satisfacción de una soberbia prematura.
Se viene a ella por el mérito propio, por
el esfuerzo constante, por el valer real; por lo que se ha hecho antes, no por
lo que se promete hacer.
Los privilegios mueren en todas partes, y
mueren para alcanzar una diputación. No es que las curules se deban de derecho
a los inteligentes: es que el pueblo las da a quien se ocupa de él y le hace
bien.
De abajo a arriba: no de arriba a abajo.
El ingenio no merece nada por serlo;
merece por lo que produce y por lo que se aplica.
Debemos el ingenio a la naturaleza: no es
un mérito, es una circunstancia de azar: el orgullo es necio, porque nuestro
mérito no es propio. Nada hicimos para lograrlo: lo logramos porque así encarnó
en nosotros.
¿Es la inteligencia adquirida casualmente,
título para la admiración y el señorío? Diputado es el que merece serlo por
obra posterior y concienzuda; no el que por méritos del azar se mira
inteligente y se ve dueño.
El talento no es más que la obligación de
aplicarlo. Antes es vil que meritorio el que lo deja vagar, porque tuvo en sí
mismo el instrumento del bien, y pasó por la vida sin utilizarlo ni educarlo.
El talento es respetable cuando es
productivo: no debe ser nunca esperanza única de los que aspiran a altos
puestos. Diputado es imagen del pueblo: óbrese para él, estúdiese, propáguese,
remédiese, muéstrese afecto vivo, sea el afecto verdad. El talento no es una
reminiscencia del feudalismo: tiene el deber de hacer práctica la libertad.
No se arrastra para alzarse: vive siempre
alto, para que nada pueda contra él.
Se enseña y se trabaja: luego se pide el
premio.
Se habla, se propaga, se remedia, se
escribe; luego se pide la comisión a los comitentes a quienes se hizo el
beneficio.
El beneficio no es aquí más que el deber:
todavía se llama al deber bien que se hace.
La diputación no se incuba en el
pensamiento ambicioso: se produce por el asentimiento general.
Todos creen útil a uno: uno es nombrado
por todos: nombrado realmente por el bien hecho, por la confianza inspirada,
por la doctrina propagada, por la esperanza en lo que hará.
El hombre útil tiene más derecho a la
diputación que el hombre inteligente. El inteligente puede ser azote: el útil
hace siempre bien.
Se cree que es el talento mérito nuestro,
y que él da derecho de esperarlo todo: él impone la obligación de aprovecharlo:
cuando se busca la comisión ajena, ajeno ha de haber sido el provecho.
La inteligencia no es la facultad de
imponerse; es el deber de ser útil a los demás.
Crítica
Crítica
Este ensayo de Martí es bastante interesante ya que habla
de una situación que se aplica perfectamente en la actualidad. Martí habla
sobre el inteligencia teórica y la inteligencia practica y hace énfasis en que
la teoría es totalmente insignificante si para luego en la práctica no sabes
que hacer. Aquí se toma como ejemplo el caso de los diputados, los cuales deben
llegar a su puesto por los méritos que han realizado y por lo que han logrado y
no simplemente por lo que se promete hacer, que es lo que pasa muchas veces en
la actualidad.
Este caso se aplica a prácticamente cualquier trabajo ya
que los ascensos en un trabajo deben de ganarse de acuerdo a los méritos que
haya realizado la persona, por lo que debe de ir progresando y subiendo de
rango lenta pero constantemente.
Martí menciona que la inteligencia es un don del que no se
puede estar orgulloso ya que no se ganó por mérito propio. Esto no tiene por
qué ser así, ya que un persona puede estar perfectamente orgulloso de algo
aunque no haya hecho algo anteriormente para conseguirlo, por dar un ejemplo,
una persona puede estar orgulloso de su nacionalidad aunque no lo haya pedido
anteriormente. Si una persona puede estar orgullosa de su nacionalidad, ¿por
qué no podría estarlo de su inteligencia?
También se menciona el caso de la aplicación del talento, ahí
si estoy de acuerdo con Martí ya que, como él menciona, está mal tener un
talento si luego se desperdicia, porque se pueden llegar a realizar grandes
cosas si se educa bien y sería un desperdicio pasar una vida sin sacarle
provecho a este.
En resumidas cuentas, este ensayo de Martí es una excelente
forma de explicar cosas tan obvias pero que mucha gente ignora y, aunque
discrepe en algunas cosas, no se puede negar lo bien redactado y preciso que es
el ensayo.
Nueva York, agosto de 1883
Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de
cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y
añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el
uso de instrumentos ruines.
Surge
de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los
instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos
probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados
pasmosos.
¿Qué
valía quedará en pie, qué competencia no será vencida, qué rivales mantendrán
sus fueros cuando los instrumentos modernos, y las mejores prácticas ya en
curso, fecunden las comarcas americanas? Buenos Aires sabe de esto, Buenos
Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados
de instrumentos de agricultura.
Mas
ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la
Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el
tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción
de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a
cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.
Ni
se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos
aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras
los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo
para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones
brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a
pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío.
Si
los instrumentos no van, pues, es preciso venir a buscarlos.
Pero
ya lo dijimos: aun cuando los instrumentos vayan, no van con ellos las nuevas
prácticas agrícolas que los hacen fecundos. Esto no se aprende o se aprende
mal, en libros. Esto no puede exhibirse en las Exposiciones. Esto, sólo en
parte, y con grandísimo dispendio, podría enseñarse en las Escuelas de
Agricultura. Hay que venir a aprender esto donde está en pleno ejercicio y
curso práctico. Se manda–locamente acaso–a los niños hispanoamericanos, a
colegios de fama de esta tierra, a que truequen la lengua que saben mal por la
extraña que nunca aprenden bien; y a que, –en el conflicto de la civilización
infantil, pero delicada que viene con ellos, –y la civilización viril, pero
brusca, peculiar y extraña que aquí les espera, –salgan con la mente confusa y
llena de recuerdos de lo que trajeron y reflejos imperfectos de lo nuevo que
ven, inhábiles acaso ya para la vida espontánea, ardiente y exquisita de
nuestros países, y todavía inhábiles para la rápida, arremolinada, arrebatada
existencia de esta tierra. Los árboles de un clima no crecen en otro, sino
raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos.
Pues
así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus
tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder
aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable
atmósfera a la vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras
largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y
que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde,
siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar
los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a
quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la
tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a
hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá
vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir
durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los
sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es
fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e
instrumentos modernos.
Urge
cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.
Estos
modos de cultivo no viajan.
Hay
que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del
labrador, al pie de las labranzas.
Es
acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países
las nuevas prácticas agrícolas.
Se
mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien:
mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.
Crítica
Este ensayo es interesante ya que habla sobre cómo
se desperdician grandes oportunidades para desarrollar la economía de un país, este es el caso de Argentina, donde por las
aduanas pasan muchos instrumentos de técnicas avanzadas agricultura pero el gobierno no decide
implementar esas técnicas en su economía cuando podrían ser bastante fructíferas
en un futuro. Martí habla de que Argentina puede llegar a desarrollar mejor su economía
si le dieran mayor importancia a su agricultura ya que, según Martí, Argentina
posee el potencial para desarrollarla. También habla de que urge cultivar ya
que sus rivales económicos ya la están empezando a implementar.
Al ensayo se le puede criticar, aunque ya de manera subjetiva, que un
poco difícil de entender para ciertas personas o que hace darle demasiada
cabeza para poder lograrse a entender, pero esto no tiene porque se algo malo,
simplemente es otra forma de redactar.
telafofo
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